Los préstamos inmediatos se caracterizan porque no necesitas de mucha documentación para acceder a ellos, pero hay un punto clave que no puedes pasar por alto. La mayoría de estos créditos, con algunas excepciones, son a corto plazo así que deberás devolverlos en seis meses o un año.
Lo primero a tener en cuenta a la hora de solicitar un préstamo en una entidad bancaria –te aconsejamos que prefieras éstas antes que un prestamista particular- es que tengas la certeza de que dispondrás del capital necesario para saldar esta deuda, que en la medida que pagues más rápido acarreará menos intereses.
En tal sentido, no es recomendable pedir un crédito porque conocemos las facilidades de su aprobación, sin calcular cuándo podremos pagarlo completamente. Esto es indispensable. Si adquirimos una herramienta crediticia, pero no sabemos de dónde sacaremos el dinero para costearlo, lo más probable es que debamos asumir otra deuda que nos ayude a enfrentar la primera. Un círculo vicioso del que es difícil salir si no se toman las previsiones respectivas.
Con las tarjetas de crédito sucede exactamente lo mismo, tenemos la falsa creencia de que disponemos de dinero en efectivo, cuando la verdad es que sólo contamos con la posibilidad de endeudarnos. Así es, el plástico con banda magnética que reposa en nuestra cartera es sólo el recordatorio de que podemos endeudarnos cuando queramos.
Bajo esta premisa, la recomendación es sencilla. Si no estás seguro de que conseguirás dinero, sin necesidad de acudir a otro préstamo, entonces detente antes de solicitar un crédito que puede complicar más tu situación.
Si tu presupuesto no es flexible y no alcanza para pagar deudas, debes abstenerte y evaluar otras alternativas como conseguir un empleo por horas que genere un ingreso extra o vender objetos que no estés usando. La idea es evitar convertirse en un deudor permanente.